Domingo 01
de Enero del 2017
Solemnidad
de María Madre de Dios
Hoy en es un domingo con muchas emociones, por una parte el balance del año que dejamos nos tiene hacer pisar tierra y por otro lado la alegría y la esperanza por un año nuevo, donde de seguro tendremos nuevas oportunidades y nuevos retos, nos tiene que motivar.
Es curioso que el primer día del año caiga domingo, el primer día de la semana,
día del Señor, donde incluso celebramos la solemnidad de María Madre de Dios,
el titulo por excelencia y el más antiguo de nuestra madre.
Pero veamos qué mensaje nos trae la Palabra de
Dios este domingo.
La primera Lectura (Números 6,22-27) es una súper bendición:
“El Señor te
bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti, y te conceda su favor. El
Señor se fije en ti y te conceda su favor”
La segunda lectura es muy rica en cuanto al contenido
teológico, María no es una diosa, que la tuvo fácil en el transcurso de su
historia, sino ante todo es una es una MUJER (Gal 4,5), que supo tener una apertura y dejó que
Dios obre en ella. «En María, la humilde Virgen de Nazaret, donde se
produce un NUEVO INICIO, comienza un nuevo modo de ser persona» (RATZINGER, Pág
15).
En
palabras sencillas, María no solo es mujer sino también es verdadera persona porque tiene naturaleza
y dispone de ella, y sobre todo está abierta a Dios entabla una relación, por
ello es ejemplo de lo que podemos llegar a ser los hombres.
Cuando se habla de María hay que hablar
de Dios; la reflexión de María tiene que revelar algo de Dios, la maternidad
divina es el misterio más antiguo concerniente a María, si no fuera Madre de Dios, no tendría
una importancia significativa, porque es
madre de Dios sabemos que vive en comunión con él. Este rasgo esencial queda
fundamentado en la Sagrada Escritura, en la Tradición, los Santos Padres de la
Iglesia, en el Magisterio y en general en la fe
del pueblo.
De todas las características de la
maternidad divina, podemos ver que María en cuanto mujer, persona y Madre,
desprende una proyección antropológica muy fuerte y necesaria para nuestro
tiempo actual, que es la capacidad
humana de generar y cuidar la vida, en
todas sus dimensiones, ya sea de las personas, animales, naturaleza, con toda forma
de vida y en todo tipo de relación.
En el Evangelio (Lucas 2,16-21)
Encontramos
la figura de los pastores: que CORREN a
Belén al encuentro de la Sagrada Familia, ¿Cuántos de nosotros CORREMOS para
las cosas de Dios?
Joseph
Ratzinger en su libro “La Infancia de Jesús” explica la figura de los PASTORES, “Jesús nace fuera de la
ciudad y por lo tanto es de esperar que sean los pastores los primeros en
llegar al acontecimiento… están preparados no solo exteriormente sino también
interiormente… estos (pastores) representan a los pobres en general, las Almas
Sencillas (Lc 10, 21 ss): los predilectos del amor de Dios” (RATZINGER, 79).
Jesús en el pesebre: «Esto debe hacernos pensar y
remitirnos al CAMBIO DE VALORES que
hay en la figura de Jesucristo, en su mensaje. Ya desde su nacimiento, él no
pertenece a ese ambiente que según el mundo es importante y poderoso »
(RATZINGER, 73)
PESEBRE y
CRUZ son sinónimos ¿solo piensen quienes nacen y mueren en esos lugares?
Y luego
una expresión tan tierna, que Lucas muy cercano de María nos transmite: “María conservaba todas estas cosas meditándolas
en su corazón”, asume la novedad de Jesucristo. ¿Meditamos nuestras cosas
en el corazón, es decir en la interioridad?
Los
pastores vuelven dando gloria, luego de haber estado en el establo, del que “María
supo transformar esa cueva de animales en la casa de Jesus” (conf. EG n° 286).
Hay una experiencia de ida (van corriendo) y vuelta (dando Gloria) sería una
estupenda motivación diaria en nuestra relación con Dios y los hombres, “ir corriendo y volver dando
gloria”.
El pasaje
evangelio de Lucas termina con la presentación de Jesús en el Templo para la
circuncisión (mandato judío), donde el niño no solo es presentado sino es
ENTREGADO personalmente a Dios. Y le ponen el nombre previamente anunciado por
el ángel (mensajero de Dios): Jesús
“DIOS SALVA”, esta es la grandeza de la encarnación de Dios, que viene
corriendo para estar con nosotros y camina motivándonos a dar gloria al Padre
en ÉL.