Por:
Mijail Enriquez
Desde
que empezó la Peste, hubo personas que me preguntaban ¿Cuál era el papel de la
Iglesia?, ¿Por qué permite Dios que la gente muera con la Peste? Y otras tantas
preguntas que eran dichas con rabia, con cierta rigurosidad y desde una postura
indiferente. Por lo general, no respondo a estas preguntas si la motivación de
las personas están acompañadas de rabia y cerrazón. Pero también es importante
“dar razón de nuestra fe” (1P 3,15) como dice la 2° lectura de este domingo.
Se
entiende que cuando estamos fregados, con olor a cementerio, a punto de morir a
consecuencia de una peste o cualquier otra calamidad, los hombres acudamos a
Dios o a las divinidades, pues, nuestros límites fueron rebalsados, ni nuestra
ciencia nos tranquiliza, incluso el acudir a la divinidad puede ser comprendida
desde una mirada pasiva (que esperan sin hacer nada), hasta por una
contemplación activa (que espera involucrándose en la causa, metiendo mano). Y
con esto no quiero decir ese estribillo trillado de mis hermanas mayores en la
fe, por no decirles mis abuelitas “Ayyyy, solo cuando tienen problemas se
acercan a Dios…”
Muchas
personas intensificarán sus rezos y rezos, ni siquiera sus oraciones, desde luego
no está mal, no fragmentemos, todo suma, pero sugiero que en uno de sus rezos
empiecen preguntándose ¿Si Dios puede evitar esta pandemia porque no lo hizo
antes? A buena hora, son menos las personas que creen que DIOS CASTIGA.
Mirando
a esas personas, y estando yo en medio de ellas, me preguntaba ¿Cuánto más
tengo que rezar para convencer a Dios? ¿A tiempo y a destiempo? ¿Acaso soy más
misericordioso que quiero que esto se termine que el mismo Dios?
Por eso, como
diría Dr. Ariel Álvarez “en vez de orar: “Señor, da pan al que tiene hambre”,
deberíamos orar: “Señor, te ofrezco compartir mi pan con el que tiene hambre”.
En vez de pedir: “Que haya paz en el mundo”, deberíamos decir: “Te ofrezco poner paz en mi mundo”. En vez de rezar: “Dale salud a mi madre”, deberíamos rezar: “Te ofrezco visitar más seguido a mi madre”, en vez de orar “Señor, que este coronavirus desaparezca”, deberíamos rezar “Señor, yo me quedo en casa”. En definitiva, cuando estemos tentados de pedirle a Dios que resuelva nuestros problemas, intentemos primero escuchar su voz. Tal vez nos esté pidiendo que hagamos algo nosotros para resolverlo”
¿Queda claro no?
Nuestro Dios no es un Padrino Mágico, ni siquiera un Súper Albus Dumbledore,
que con su varita pum desaparece la pandemia, y listo, felices otra vez.
La solución por
sentido común y sentido creyente, está en nuestras manos, la cura vendrá de
nosotros, de nuestras manos sostenidas por Dios. Todo seguirá siendo, palabras
interesantes, si no toca nuestra carne, si antes no muere uno de nosotros, uno
de nuestros familiares. Como dijo el P. Michel P. Moore (ofm) “ninguna muerte
tiene la última palabra. Aunque si penúltimas… y muy dolorosas”
¿Y qué hace
Dios? ¿Y que hace Dios?.... una misma pregunta que se repetirá siempre, sobre
todo en tiempos de desgracia. Es tiempo de tener una respuesta coherente, que deje
de cargar a Dios con la responsabilidad de nuestros males. Dios es nuestro
compañero de sufrimiento.
Miremos la Cruz.
La vida de Jesús termina en el “aparente fracaso”. Contemplemos la cruz
nuevamente, esa que tenemos en casa, en nuestro rosario, que queremos y
veneramos. No es acaso que en tiempos de crisis, repetimos como los judíos “Si
es el Hijo de Dios que baje de la cruz y creeremos en Él” (Mt 27,40; Mc 15,31;
Lc 23,35), desde luego todos nos hemos cuestionado de esta manera, somos
humanos demasiado humanos.
En esta escena
se revela la “NOVEDAD” del cristianismo. Después del grito de Jesús “Padre
porque me has abandonado” (Mt 27,47), no se describe que el Padre baje de la Cruz
a su único Hijo amado. Diría von Balthasar “el muere, y muere gritando”. Añade
el P. Michel P. Moore (ofm) “Dios no lo des-clavó milagrosamente de la cruz…
respeta la autonomía de sus creaturas. Dios tiene la última palabra sobre la
muerte, pero no lo hace saltándose de ella”
Deténganse a
pensar, si Dios no “acudió” a su Hijo cuando este gritaba, es una revelación
compleja que hay que seguir meditando. Él lo devuelve del sepulcro, y por Obra
Trinitaria resucita.
¿Qué pasaría si
lo hubiera bajado de la Cruz? Acaso no hubieran creído todos. ¿Qué pasaría si
Dios elimina de una vez la pandemia? Acaso no creerían todos, ¿y no fue esa la
misión de Jesús que todos crean en Él?, ya pues, la situación es perfecta para
que una vez la gente crea, y si viene con sus ángeles y arma el gran show
mejor. Esto resulta parte de una miserable inteligencia humana, “Dios no
negocia su modo de ser y obrar con nuestras condiciones”
Hoy más que
nunca, la presencia de Dios está tan patente en tantas manos que CURAN
(médicos, enfermeros) que CUIDAN (policías, militares, serenazgos, etc.) y posibilitan
una nueva CONVIVENCIA, COMUNIDAD y COMPARTIR. Estos son los nuevos paradigmas
de vida (C-C-C).
Dios interviene
silenciosamente, y eso nos jode a muchos, nos resulta INSOPORTABLE SU
DISCRECIÓN. “Sufre con los que sufren, y salva con los que dedican su vida para
salvar otras vidas”
Ya no solo nos
repetirá tuve hambre, tuve sed, estuve enfermo, o en la cárcel… (Cf. Mt 25)
sino también tuve COVID 19, estuve desempleado, perdí mi mercadería, deprimido,
estresado, angustiado, de miedo, porque existen nuevos sufrimientos. Y en cada
uno de ellos el Señor nos dirá “CONMIGO LO HICISTE”
¿Y que hace
Dios? no solo inspira nuestra mente y nuestra inteligencia, no está presente como
quien evita el dolor, sino como aquel que lo padece y soporta. Redescubramos lo
esencial de nuestra fe, los sufrimientos se prolongarán e intensificaran, pero
siempre contará con nuestras manos para hacer presente su amor, para aminorar
el impacto del sufrimiento de las víctimas que en última instancia son las de
Él mismo.
¿En este tiempo
de cuarentena fuimos las manos, voz de Dios para con los demás?
A propósito de
todo. Byung-Chul Han (filósofo) acaba de publicar su último trabajo "La
desaparición de los rituales (Herder, 2020)"
En su libro
define los rituales como acciones simbólicas que generan una comunidad sin
necesidad de comunicación. En cambio, según plantea, en las sociedades actuales
abundaría más bien la comunicación sin comunidad, sin cercanía, SIN CONTACTO.