LA INSOPORTABLE DISCRECIÓN DE DIOS.

15:50:00



Por: Mijail Enriquez

Desde que empezó la Peste, hubo personas que me preguntaban ¿Cuál era el papel de la Iglesia?, ¿Por qué permite Dios que la gente muera con la Peste? Y otras tantas preguntas que eran dichas con rabia, con cierta rigurosidad y desde una postura indiferente. Por lo general, no respondo a estas preguntas si la motivación de las personas están acompañadas de rabia y cerrazón. Pero también es importante “dar razón de nuestra fe” (1P 3,15) como dice la 2° lectura de este domingo.

Se entiende que cuando estamos fregados, con olor a cementerio, a punto de morir a consecuencia de una peste o cualquier otra calamidad, los hombres acudamos a Dios o a las divinidades, pues,  nuestros límites fueron rebalsados, ni nuestra ciencia nos tranquiliza, incluso el acudir a la divinidad puede ser comprendida desde una mirada pasiva (que esperan sin hacer nada), hasta por una contemplación activa (que espera involucrándose en la causa, metiendo mano). Y con esto no quiero decir ese estribillo trillado de mis hermanas mayores en la fe, por no decirles mis abuelitas “Ayyyy, solo cuando tienen problemas se acercan a Dios…”

Muchas personas intensificarán sus rezos y rezos, ni siquiera sus oraciones, desde luego no está mal, no fragmentemos, todo suma, pero sugiero que en uno de sus rezos empiecen preguntándose ¿Si Dios puede evitar esta pandemia porque no lo hizo antes? A buena hora, son menos las personas que creen que DIOS CASTIGA.

Mirando a esas personas, y estando yo en medio de ellas, me preguntaba ¿Cuánto más tengo que rezar para convencer a Dios? ¿A tiempo y a destiempo? ¿Acaso soy más misericordioso que quiero que esto se termine que el mismo Dios?

Por eso, como diría Dr. Ariel Álvarez “en vez de orar: “Señor, da pan al que tiene hambre”, deberíamos orar: “Señor, te ofrezco compartir mi pan con el que tiene hambre”.

En vez de pedir: “Que haya paz en el mundo”, deberíamos decir: “Te ofrezco poner paz en mi mundo”. En vez de rezar: “Dale salud a mi madre”, deberíamos rezar: “Te ofrezco visitar más seguido a mi madre”, en vez de orar “Señor, que este coronavirus desaparezca”, deberíamos rezar “Señor, yo me quedo en casa”. En definitiva, cuando estemos tentados de pedirle a Dios que resuelva nuestros problemas, intentemos primero escuchar su voz. Tal vez nos esté pidiendo que hagamos algo nosotros para resolverlo”

¿Queda claro no? Nuestro Dios no es un Padrino Mágico, ni siquiera un Súper Albus Dumbledore, que con su varita pum desaparece la pandemia, y listo, felices otra vez.

La solución por sentido común y sentido creyente, está en nuestras manos, la cura vendrá de nosotros, de nuestras manos sostenidas por Dios. Todo seguirá siendo, palabras interesantes, si no toca nuestra carne, si antes no muere uno de nosotros, uno de nuestros familiares. Como dijo el P. Michel P. Moore (ofm) “ninguna muerte tiene la última palabra. Aunque si penúltimas… y muy dolorosas”

¿Y qué hace Dios? ¿Y que hace Dios?.... una misma pregunta que se repetirá siempre, sobre todo en tiempos de desgracia. Es tiempo de tener una respuesta coherente, que deje de cargar a Dios con la responsabilidad de nuestros males. Dios es nuestro compañero de sufrimiento.

Miremos la Cruz. La vida de Jesús termina en el “aparente fracaso”. Contemplemos la cruz nuevamente, esa que tenemos en casa, en nuestro rosario, que queremos y veneramos. No es acaso que en tiempos de crisis, repetimos como los judíos “Si es el Hijo de Dios que baje de la cruz y creeremos en Él” (Mt 27,40; Mc 15,31; Lc 23,35), desde luego todos nos hemos cuestionado de esta manera, somos humanos demasiado humanos.

En esta escena se revela la “NOVEDAD” del cristianismo. Después del grito de Jesús “Padre porque me has abandonado” (Mt 27,47), no se describe que el Padre baje de la Cruz a su único Hijo amado. Diría von Balthasar “el muere, y muere gritando”. Añade el P. Michel P. Moore (ofm) “Dios no lo des-clavó milagrosamente de la cruz… respeta la autonomía de sus creaturas. Dios tiene la última palabra sobre la muerte, pero no lo hace saltándose de ella”

Deténganse a pensar, si Dios no “acudió” a su Hijo cuando este gritaba, es una revelación compleja que hay que seguir meditando. Él lo devuelve del sepulcro, y por Obra Trinitaria resucita.

¿Qué pasaría si lo hubiera bajado de la Cruz? Acaso no hubieran creído todos. ¿Qué pasaría si Dios elimina de una vez la pandemia? Acaso no creerían todos, ¿y no fue esa la misión de Jesús que todos crean en Él?, ya pues, la situación es perfecta para que una vez la gente crea, y si viene con sus ángeles y arma el gran show mejor. Esto resulta parte de una miserable inteligencia humana, “Dios no negocia su modo de ser y obrar con nuestras condiciones”

Hoy más que nunca, la presencia de Dios está tan patente en tantas manos que CURAN (médicos, enfermeros) que CUIDAN (policías, militares, serenazgos, etc.) y posibilitan una nueva CONVIVENCIA, COMUNIDAD y COMPARTIR. Estos son los nuevos paradigmas de vida (C-C-C). 

Dios interviene silenciosamente, y eso nos jode a muchos, nos resulta INSOPORTABLE SU DISCRECIÓN. “Sufre con los que sufren, y salva con los que dedican su vida para salvar otras vidas”

Ya no solo nos repetirá tuve hambre, tuve sed, estuve enfermo, o en la cárcel… (Cf. Mt 25) sino también tuve COVID 19, estuve desempleado, perdí mi mercadería, deprimido, estresado, angustiado, de miedo, porque existen nuevos sufrimientos. Y en cada uno de ellos el Señor nos dirá “CONMIGO LO HICISTE”

¿Y que hace Dios? no solo inspira nuestra mente y nuestra inteligencia, no está presente como quien evita el dolor, sino como aquel que lo padece y soporta. Redescubramos lo esencial de nuestra fe, los sufrimientos se prolongarán e intensificaran, pero siempre contará con nuestras manos para hacer presente su amor, para aminorar el impacto del sufrimiento de las víctimas que en última instancia son las de Él mismo.


¿En este tiempo de cuarentena fuimos las manos, voz de Dios para con los demás?


A propósito de todo. Byung-Chul Han (filósofo) acaba de publicar su último trabajo "La desaparición de los rituales (Herder, 2020)"

En su libro define los rituales como acciones simbólicas que generan una comunidad sin necesidad de comunicación. En cambio, según plantea, en las sociedades actuales abundaría más bien la comunicación sin comunidad, sin cercanía, SIN CONTACTO.

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