TAYTACHA DE LOS TEMBLORES
«HACIA UNA CRISTOLOGÍA CUSQUEÑA»
Por: Mijaíl Enríquez Huamani
Bendito Taytacha, «Tú que desde el principio ya existías,
estabas junto a Dios y eras Dios» (conf. Jn 1,1), decidiste salir a nuestro
encuentro desde aquel 31 de marzo de 1650, quisiste ser nuestro compañero de
camino y te dejaste llamar: «Taytacha de
los Temblores»
Llevamos casi cinco siglos de tradición viva de una fe
cristiana católica, caminamos con gozos y esperanzas, con alegrías y tristezas
pero nadie pudo hablar de una cristología
cusqueña, quizá porque las palabras sobran ante la veneración del rostro de
nuestro Tayta, un rostro indígena, con manos rudas y pies agrestes, un auténtico
“T´ata chaki”
Parafraseando a San Juan Pablo II diría: «SE TRATA DEL ROSTRO DIVINO DE UN CUSQUEÑO
Y DEL ROSTRO CUSQUEÑO DE DIOS»
Aproximarse a la
Vida –Pasión – Muerte y Resurrección (Misterio Pascual) de Jesús, es lo que
llamamos cristología.
Y desde luego cada cusqueño tiene una imagen de Jesús. ¿Qué significa el Taytacha en tu vida? esta pregunta nos servirá para «la deconstrucción de la cristologia» no destrucción sino deconstruccion, en el significado que emplea Jaques Derrida, es decir; ajustar las ideas las ideas que tenemos en torno a la figura de Jesús.
Este lunes santo muchos cusqueños caminaran a los pies del
Tayta, elevando ruegos y desprendiendo súplicas en cada puñado de ñucchu.
¿Y es que nuestra fe se ve reducida a
procesiones de lunes santo? Muchas de nuestras
relaciones personales y sociales hoy se volvieron líquidas, es decir, sin
compromiso. (Conf. Zygmunt Bauman) Considero
que nuestra fe y devoción han perdido compromiso, estamos viviendo una “espiritualidad liquida” somos
cristianos de lunes santo, sin compromiso.
Los problemas de la sociedad no nos importan, la
corrupción se ha vuelto pan de cada día, el trato con la gente varía en razón
de la utilidad.
Contemplar al Tayta, escuchar su palabra, comprometerse
con su mensaje es despertar hacia una cristología cusqueña, es Dios que toma
nuestra palabra, nuestros rasgos y nuestro dolor.
¡Dios sufre con el que sufre!
En la convicción de cada cusqueño no hay un dolor sin
salida, un sufrimiento eterno en este valle de lágrimas, para un cristiano hay
esperanza, contemplar al Taytacha clavado en un Cruz no es alimentar un signo
de tortura sino es signo de salvación, liberación, entrega y solidaridad.
«La cruz significa vida y protección
para el pobre» (Diego Irarrázaval)
Acompañar y dejarse acompañar por el Taytacha clavado en
la cruz, nos recuerda que nuestra fe es vivida en un contexto de entrega y
sacrificio.
No basta con saber sobre Jesús, es importante conocerlo y
comprometerse con su causa. Jesús nunca se conformó con la sociedad de su tiempo
tal como lo presentaron, Jesús mismo
presenta su seguimiento en términos de cruz (conf. Mt 10,38-39; 16,24-25)
Siguiendo a Josef Estermann podemos decir: «la imagen que
la gente andina tiene de Jesús, parece estar centrada en su función salvífica y
no en la figura histórica de Jesús»
es decir, ni la predica ni los milagros de Jesús desempeñan un papel importante
en la fe cusqueña.
Si para el hombre andino importa la relacionalidad y la
solidaridad, el Tayta es el relacionador por excelencia, que nos devolvió la
amistad con Dios definitivamente.
El Taytacha tiene
la forma de estar en el mundo: “los pies bien clavados en el mundo y los brazos
extendidos para los demás”