ASCENSIÓN DEL
SEÑOR.
Evangelio (Mt 28,16-20)
En aquel tiempo, 16 los once discípulos marcharon a
Galilea, al monte que Jesús les había
indicado. 17 Y al verlo le adoraron; algunos sin embargo dudaron.18 Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo
poder en el cielo y en la tierra. 19
Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20
y enseñándoles a observar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta
el fin del mundo».
Hoy
celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. Desde muy
pequeño solía confundir: Ascensión con
Asunción. El primer término se refiere a la elevación a los cielos por un poder propio, por ello profesamos en el credo Jesucristo «subió a los
cielos, y está sentado a la derecha de Dios Padre…» a diferencia de la Asunción, que es una
elevación a los cielos por el poder de otro (Dios), en este caso María es la
figura representante, por ello celebramos su fiesta el 15 de Agosto «Mamacha
Asunta».
¿Jesús
habrá sido el único es ascender a los cielos? Pues no, Eliseo (Profeta del
Judaísmo) también «subió al cielo en el torbellino» (2 Re 2,11), también Mahoma
(profeta del Islam) subió al cielo, desde la mezquita que se encuentra en
Jerusalén.
¡Curioso! Las 3 grandes religiones
comparten esta creencia, hay un dato aún más conflictivo, a diferencia de los
musulmanes que saben con precisión el lugar de la ascensión de Mahoma, nosotros
los cristianos no tenemos referencia
exacta del lugar donde ascendió Jesús. «Cerca de Betania» nos ayudó (Lc 24,50).
Los
once discípulos reflejan actitudes
de la Iglesia primitiva y de la Iglesia actual. ¿Cuáles son estas dos
actitudes? La adoración y la duda.
Estos
días fui llevando en la mochila o en la mano el libro “Introducción al cristianismo”
de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) un súper libro para conocer y
fundamentar nuestra fe. ¡Se los recomiendo!
Este
libro comienza con el título “la fe en
el mundo de hoy” y entre sus líneas encontré una frase que me impactó, «el creyente solo puede realizar su fe
desde el océano de la nada… la
inseguridad es el único lugar para vivir su fe» (p. 43) tanto que perdí mi mirada en
la ventana del carro.
Tanto
rollo, ¿para qué? Para explicar que desde los discípulos de Jesús hasta los cristianos
de hoy, siempre experimentaremos la “duda”, por ello la fe es una decisión
que afecta nuestra historia y nuestra existencia.
La
segunda actitud es la adoración.
¡Qué fuerte y complicada me resulta comprender esta actitud! ¿Cómo adorar a
alguien, con quien compartiste días antes una cena, una caminata, una
experiencia ordinaria?
Los apóstoles habían
compartido esas cosas con Jesús, y ahora lo están adorando. ¡Qué fuerte!
Todos
tenemos amigos (as), tan solo piénsalo, ¿a quién adorarías? ¡Es extraño verdad!
Esta
pregunta se las hice a mis jóvenes de la catequesis, y una chica me contestó – podría adorar a mi enamorado- lo dijo en
son de broma, pero alguno se perturbó y dijo
- ¡hermano, solo se adora a Dios! Y
es verdad, pero esta afirmación “te
adoro” surge de un sentimiento sincero y a la vez pleno, por tanto se trata
de una relación íntima, profunda, verdadera, sencilla, auténtica, comprometida.
Esta
relación (adoración), llamémosla humana,
que es una relación profunda y comprometida, debe asemejarse a la adoración divina, esa tiene que ser nuestra
actitud para con Dios.
Luego
de suspirar un poquito, volvamos al texto de Mateo.
Reconociendo
su poder, Jesús manda, «Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las
gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»
(V.19) lo que se conoce como el mandato misionero, y que solo con esta pericopa (extracto del texto) nos
detendríamos hojas y hojas.
El
evangelio de este domingo termina con una frase muy irónica y paradójica, Jesús
nos dice «yo estoy con ustedes todos los
días hasta el fin del mundo» (V.20) no se supone que si asciende, se está yendo al cielo; y ahora nos dice que
estará con nosotros hasta el fin del mundo… ¡por fin, se va o se queda!
En
esto consiste la fiesta de la “Ascensión”, muchos enfatizarán el deseo que
tiene el hombre por alcanzar el cielo, pero ¿qué hay de esta nueva presencia de
Jesucristo? Al decir «yo estoy con ustedes», hace referencia también a la
presencia de Dios en el prójimo, por lo tanto no nos quedemos mirando al cielo
como los discípulos (Hch 1,10) sino que empecemos a mirar, a escuchar, a tratar
a cuantos nos rodean con mucho cariño,
empieza a querer y sobre todo a dejarte querer, a que alguien te diga “te
adoro”, fortalece tus relaciones, contigo mismo (a), con los otros y con Dios,
pues “quien encuentra una amigo, encuentra un tesoro” (Eclo 14-17.)
Cuando
seamos llevamos al cielo, y veamos cara a cara con Dios, nos preguntará, cuanto hemos amado, cuanta
misericordia hemos tenido (Mt 25), y otras cuestionantes más, en la que también
se encontrará ¿Cuántos amigos tuviste? ¿En cuántos de ellos me viste?
Por
eso quisiera cantar: ¡Yo quiero tener un millón de amigos, y así más fácil
me salvaré!- teniendo siempre presente
que Cristo es el amigo que nunca falla.