La Leyenda de Paulo COELHO.
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En el inicio de
la LEYENDA PERSONAL
Es
curioso, que en los momentos más tranquilos de tu vida busques una forma de
complicártela. Esto me sucedió al comprar la obra del gran novelista brasileño,
Paulo COELHO: “El Alquimista”.
Como
cualquiera que se deja llevar por el título y la portada, pensaba tenía
asegurado mi lectura en los misterios de la alquimia, esperaba alguna historia
que mencione la forma de cómo convertir los metales en oro, o lo que es mejor
seguir soñando con la fuente de la juventud, o el elixir de la vida.
No
me decepcioné. El principio comenzaba con datos preparatorios, como el que
detalla que existen tres tipos de alquimistas:
-
Imprecisos porque no saben lo que están
hablando.
-
Precisos porque si saben de lo que
hablan.
-
Y
aquellos que jamás oyeron hablar de la Alquimia pero que consiguieron a través
de sus vidas descubrir la piedra filosofal.
Como
es de esperar, yo me ubicaba con cierta sospecha en la tercera clase, mas por
ignorancia que de haber conseguido dicha piedra, que solo me recordaba al
pequeño Harry Potter.
La
alquimia es un lenguaje dirigido al corazón y no a la razón. Fue quizá una gran
descripción introductoria, por lo tanto tendría que preparar mi corazón, y en
definitiva hacer un pequeño espacio en mi interior.
Todo comenzaba a resultarme nuevo, cuando de pronto una historia me fue familiar, alguna vez la había escuchado, se trataba del monje que solo sabía hacer malabares, y cuando la Virgencita con el Niño se presentaron en aquella abadía a diferencia de los monjes eruditos, él tan solo cogió sus naranjas y se puso hacer malabares, aquel gesto tan sencillo y ordinario, fue de agrado para el pequeño Jesús, con ello una vez más confirmo que la lógica de Dios es a revés, que se contrapone al pensamiento de los hombres.
La
otra historia que me dejó pensando, fue la de Narciso, aquel hermoso joven que
cada día iba a contemplar su belleza en el lago, hasta que murió ahogado. (Historia a la que se remonta el narcisismo,
admiración excesiva sobre el aspecto físico o por sus cualidades)
El
lago lloraba, no porque Narciso fuera bello, sino porque cada vez que él se
inclinaba sobre aquel lago, el lago
reflejaba su propia belleza.
¡Tanto
que aprender sobre la belleza!, si es objetiva o subjetiva, sobre su origen y
fin.
La
alquimia está muy vinculada con el lenguaje simbólico, es decir el hombre para
expresarse necesita de un lenguaje simbólico, ya lo decía el filósofo Ernst Casirrer, que el ser humano es un
“animal simbólico”, es decir que
pensamos y actuamos simbólicamente, en relación a símbolos.
Y sería el lenguaje simbólico, la única manera de alcanzar el “Alma del mundo” o en lenguaje de Jung “El inconsciente colectivo”, pero más allá de esos términos muy abstractos, uno de los fines era descubrir la Leyenda personal:
«
Aquello que siempre deseaste hacer »
“Todas las
personas al comienzo, al comienzo de su juventud, saben cuál es su leyenda
personal. En ese momento de la vida todo se ve claro, todo es posible, y ellas
no tienen miedo de soñar y desear todo aquello que les gustaría hacer en sus
vidas. No obstante, a medida que el tiempo va pasando, una misteriosa fuerza trata de convencerlas de que es imposible
realizar la leyenda personal” (Pág, 26)
Estos
párrafos me hicieron pensar mucho en el Evangelio del domingo que viene, pues
en todas las Iglesias Católicas del mundo se leerá la “Parábola de la Cizaña” [Mt 13, 24-30] donde el Señor deja
crecer el trigo y la cizaña juntos.
Esta
cizaña es una forma de explicar utilizando una «sabiduría popular» propia
de Jesús, que en nuestra vida siempre encontraremos dificultades, problemas y
desaciertos, pero tenemos que tener valentía de ponernos en frente, y ofrecer
lucha, pues solo así seremos testigos de
que el Reino de Jesús está presente entre nosotros, y si eres de los que no
comparten nuestro estilo de vida, igual tendrás que ofrecer lucha, porque solo
así lograrás tu leyenda personal.
Pues:
«
Cumplir su leyenda personal es la única obligación de los hombres »
Esta novela recién comienza…
Tenemos más puntos en común, que de
divergencia….
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