¿SAN PABLO FUE MACHISTA?
7:53:00
DECONSTRUCIÓN
DEL «MACHISMO» DE SAN PABLO
Por:
Mijaíl Enríquez -2018
Vivimos tiempos muy particulares, donde la paridad
entre hombre y mujer resulta muchas veces conflictiva. Conceptos como
fraternidad están siendo puestos en tela de juicio, y la sororidad empieza a
tomar fuerza, al igual que todo lo que tenga que ver con la mujer, lo femenino;
y en un contenido más denso: el feminismo.
¿Qué tiene que ver el feminismo con San Pablo?
¡Pues mucho! Ya sea para defender la propuesta paulina de re-significar o
de-construir la acción de la mujer en la historia de la salvación, o para
criticar cierto desequilibrio misógino a la luz de algunos pasajes paulinos.
Incluso dentro de la misma teología feminista, cuyos
acercamientos a la interpretación de la Sagrada Escritura varían, se mantiene
un común denominador: «la mujer, su liberación, y la conquista de derechos
iguales a los del varón»[1]
Dentro del feminismo en su versión radical, se
encuentra un rechazo a la autoridad de la Biblia, por ser un producto de
varones que aseguraron su dominación sobre la mujer (androcentrismo), sin
embargo, muchas feministas radicales, incluso de las más combativas; tienen
cierto respeto y deferencia a la persona
de Jesucristo, por su propuesta y su opción por los pobres, marginales y
desde luego por las mujeres. (Cof. Lc 11,27-28; 10,38–42; Mt 5, 28-29; Jn 8,11; etc.)
Este mismo aprecio y estima no se da frente a la
figura de San Pablo, porque tendría algunos textos “infelices” o “malditos”; que
le otorgarían adjetivos como el “apóstol misógino”. En este artículo
analizaremos las perícopas del corpus
paulino (1Cor 11,1‐16; 14,33b‐35) y de los otros escritos (1Tim 2,11; Col
3,18-19; Ef 5, 21- 33) que levantan mucha furia y desconfianza para cualquier
persona filo-feminista o no, que haya
escuchado o leído esta parte de la biblia, sin ninguna profundización, con la
finalidad de desmitificar el machismo atribuido al apóstol incluso actualmente.
TEXTOS POLÉMICOS DENTRO DEL “CORPUS
AUTENTICO DE PABLO”
Pablo hace referencia explícita del papel de la mujer en la ekklêsía. En
concreto:
- 1Cor 11,1‐16
Este largo pasaje refleja conceptos que hoy nos resultan ofensivas hacia la mujer.
Subordinación explícitamente al varón “la cabeza de todo hombre es Cristo, y la
cabeza de la mujer es el hombre” (v. 3) y afirma que “el hombre no fue creado a
causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre” (v.9).
Sin embargo, y de un
modo algo contradictorio, se dice también que “así como la mujer procede del
hombre, también el hombre nace de la mujer” (v.12).
El texto no deja lugar a dudas, algunas mujeres podían
ejercer la profecía, pero según San Pablo con la condición de tener cubierta la
cabeza. Para diferenciarse de una «práctica pagana muy difundida que recibía el
nombre de akatakálypton, es decir “sin
velo” o según otros intérpretes “con el pelo suelto”. Esta práctica le parecía
a Pablo inaceptable, y trata de disuadir a los corintios con argumentos que hoy
nos parecen bastante poco convincentes»[2]
(usar velo para evitar la agresión angélica, o manifestar pudor, etc.) Schüssler
Fiorenza interpreta akatakálypton como «con el pelo suelto»[3]
Pablo participa de la idea común propia de su
cultura, que «la inferioridad de la mujer no es sólo una cuestión de
ordenamiento social, sino que arranca de su naturaleza»[4].
Según Antoinnette Clark, autora de “Las profetisas
corintias”; Pablo se estaría enfrentando
en 1 Cor con un grupo de mujeres que, sacando todas las consecuencias de la
igualdad proclamada en el bautismo, se habrían sacudido el velo como signo de
su sumisión al varón.
Sería interesante considerar, por ejemplo, que algunas
mujeres rechazaron aceptar la caracterización paulina y de la sociedad como
inferiores. Pero tales esperanzas permanecen en el inframundo de la
especulación histórica.
- 1 Cor 14, 33B‐35.
«Que las mujeres estén calladas en las asambleas,
no les corresponde tomar la palabra. Que estén sometidas, como lo dice también
la Ley »
La abrumadora mayoría de exégetas concluye que este
texto es una interpolación. Es decir, fue introducido en una época más tardía. Se
cuenta con razones tanto internas como
externas que prueban esta afirmación:
Razones
internas: El mandato de que
las mujeres deben callar en las asambleas contradice
lo dicho en 1 Cor 11,1‐16. El texto del capítulo 11 manda a las mujeres cubrirse la cabeza cuando
profetizan. Por tanto, presupone que las mujeres podian hablar en las
asambleas. Una contradicción tan visible no se le podía atribuir al apóstol.
Los versículos 33b‐35
interrumpen el discurso del capítulo 14. Si los eliminamos, v. 33a encaja
suavemente con v. 36. Los versículos 33b‐36, además, nada tienen que ver en su temática ni
con lo que precede ni con lo que prosigue. Haciendo una crítica textual, se
encuentra una interpolación.
TEXTOS DEUTEROPAULINOS QUE CAUSAN POLÉMICA.
Los textos sobre las mujeres en Efesios y Colosenses
dan testimonio de una “re-normalización” del papel de la mujer. “Mujeres,
sométanse a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amen a
vuestras mujeres y no sean ásperos con ellas” (Col 3,18‐19 Cfr. Ef 5,22‐24). A los maridos se les manda amar a sus mujeres,
pero a éstas se les manda someterse a los maridos. Lo que es socialmente
aceptado es percibido como lo establecido “naturalmente”, y por ende, como
voluntad de Dios; como diría el filósofo Foucault “no hay mayor poder, que
aquel que se ha normalizado”. A las mujeres cristianas se les manda hacer lo
que a las demás mujeres en el ambiente helenístico: Someterse al varón.
En las cartas pastorales el tono del discurso sobre
la mujer es muy similar: “Que la mujer aprenda calladamente, con toda
obediencia. Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el
hombre, sino que permanezca callada” (1Tim 2,11‐12. Cfr.
1 Tim 2, 9‐15 y Tito 2,3‐5). Este pasaje pudo muy bien haber inspirado al
interpolador que introdujo en 1 Cor los versículos 14,33b‐35.
Col 3,18-19
Un texto que con mucha probabilidad se escribió en
la cárcel (aprox. 56-57) y que en su estructura y composición refleja muchos
detalles que no provocan consenso, el mismo estilo no concuerda con las cartas auténticas
de San Pablo.
«18 Mujeres,
sean sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.
Sin darle tanto rodeo, la palabra que enerva la sangre del discurso
feminista contra este texto es « ὑποτάσσεσθε – hypotassesthe- sujetas»
(Col 3,18-19, Efesios.
5, 21- 33) «Pero basta seguir leyendo el texto para darnos cuenta de la belleza
de sus palabras acerca de la dignidad de la mujer y la igualdad de derechos y
deberes del hombre y la mujer, creados por Dios»[5]
Consideremos que el contexto en el que vivió y escribió Pablo fue
marcadamente patriarcal, sin embargo, reconoce el vínculo y la designación
especifica (maridos amen a sus mujeres. v. 19).
Es decir, que en una época intensamente androcéntrica; donde la mujer
es equiparable con una “cosa”, Pablo les exhorta a que se sometan a su maridos,
pero no a cualquier marido sino a un
marido que ama, que se entrega, que la cuida como a sí mismo, que la
alimenta y la considera parte de sí mismo.
Si tal es la relación de respeto y amor, no solo hay «sometimiento» sin
más, sino «entrega total».
«Se trata de un el
«código familiar» que se puede encontrar en la filosofía helenística popular.
El NT lo ha incorporado en varios lugares (Ef 5,22-6,9; 1 Pe 2,13-3,7; Ti 2,
1-10; 1 Tim 2,8-15; 6,1-2; etc.), donde se le ha dado una perspectiva ética
cristiana»[6]. «Dentro
del derecho romano, las mujeres no contaban con la patria potestad»[7], tenían
que estas vinculadas o dependientes de un varón; ya sea su padre o marido.
Ciertamente ante tal designación, Pablo toma parte u opción por las
mujeres, pero aun no logra “alejarse” de
la consideración de inferioridad de las mujeres. Sin embargo, ellas serían las
que recibirían con alegría y compromiso ese mensaje como norma vida.
EL «GENIO FEMININO»[8]
DE MUJERES EN TORNO A PABLO
San Pablo, tuvo un trato evolutivo con las mujeres,
característica psicológica muy particular del ser humano, que progresa en sus
relaciones interpersonales. No dudó en demostrar a lo largo de su vida con
palabras y gestos llenos de amor y aceptación, resaltando las cualidades
específicamente femeninas, consideradas como auténtico patrimonio para la
humanidad y para la Iglesia, e imprescindibles para sembrar el Reino de Dios
por todos los confines de la tierra.
San Pablo tuvo a contacto con muchas mujeres, y las
cartas nos reflejan que muchas de ellas sentían ese “status incongruente” y lo
apoyaban en su misión, de la formación y en la edificación de las
primeras comunidades cristianas bajo la influencia paulina.
A continuación dejamos un breve bosquejo de las
mujeres con nombre y actividad propia.
Lidia, la comerciante de púrpura (Hch 16,14). Según el
relato neotestamentario, parece ser que esta mujer ejerce las funciones de
cabeza de la casa, llevando el negocio familiar (inusual). Además, es ella la
que toma la decisión de que los miembros de su familia se bauticen (16,15). Su
poder de persuasión “obliga” a Pablo a aceptar su hospitalidad. La “capacidad
de acogida del otro” la cualidad más concreta e insustituible de la mujer.
Evodia
y Síntique (Flp 4,2‐3) mujeres que han compartido las luchas junto a Pablo en la causa del
evangelio.
Ninfa, una cristiana de Laodicea (Provincia de Asia), de
quien se dice que acoge a una iglesia en su casa (Col 4,15). Lo peculiar aquí
es que no se da el nombre de un paterfamilias varón como la persona en cuya
casa se tienen las reuniones de la ekklêsía.
«En Rom 16 se mencionan de
forma individualizada a 26 personas. De
éstas 10 son mujeres (Febe, Prisca, Junia, Trifena, Trifosa, Perside, María, madre de Rufo, Julia,etc), es decir, un 40% aproximadamente. Excepto en
tres casos: Julia (v.15), la hermana de Nereo (v.15) y la madre de Rufo (v.13),
se dice de ellas explícitamente la función o actividad que ejercían en la Iglesia»[9].
CONCLUSIONES
Una lectura crítica de
las cartas paulinas y del libro de Hechos revela el gran protagonismo que
tenían las mujeres en el cristianismo paulino.
En 1 Cor 11,1‐16, Pablo trató de
regular el modo en que las mujeres profetisas debían intervenir en la asamblea
comunitaria. La única condición que les pone es que lleven un velo cuando
profeticen. Pablo no prohibió su participación activa en la comunidad ni
impidió que algunas ejercieran papeles de liderazgo en las comunidades fundadas
por él.
¿Con qué nos quedamos?
¿Con las profetisas de Corinto o con quienes unas décadas más tarde les mandan
callar?, ¿con el “no hay hombre ni mujer” de Ga 3,28, o con “mujeres, someteos
a vuestros maridos” de 1 Tim 2,12?
Es verdad que todos
estos textos son parte del Nuevo Testamento, pero es claro también que no todos
los pasajes del Nuevo Testamento tienen el mismo carácter. Hay palabras en la
Biblia que son como semillas cargadas de futuro, y hay palabras que son frutos
de esas semillas en determinados contextos históricos. A mi parecer, Ga 3,28
pertenece a las primeras y 1 Tim 2,12 a las segundas.
Benedicto XVI el que
afirma: «Hay lugares y culturas en los que la mujer es discriminada y
minusvalorada sólo por el hecho de ser mujer, en los que se recurre incluso a
argumentos religiosos y a presiones familiares, sociales y culturales para
defender la disparidad de los sexos, en los que se perpetran actos de violencia
contra la mujer, haciendo de ella objeto de malos tratos o de abusos en la
publicidad y en la industria del consumo y de la diversión. Ante fenómenos tan
graves y persistentes parece más urgente todavía el compromiso de los cristianos
para que se conviertan por doquier en promotores de una cultura que reconozca a
la mujer la dignidad que le compete, en el derecho y en la realidad concreta.
(Discurso a los participantes del Congreso Internacional «Mujer y varón, la
totalidad del humanum», el 10 febrero 2008)
Ciertamente el
calificativo de “misógino” “machista” aplicado a San Pablo, será un prejuicio
que lo acompañará, es importante “deconstruir” muchas imágenes erróneas que se
fueron tejiendo entorno a este apóstol, reflejando la participación activa y
afectiva que tuvieron las mujeres entorno a la figura paulina, aunque no logre
“superar” aquellos complejos “androcéntricos” de su tiempo.
[3] E. SCHÜSSLER FIORENZA, En
memoria de ella. Una reconstrucción teológico‐feminista de los orígenes del
cristianismo, Desclée de Brouwer, Bilbao 1989, 226‐233.
[4] G. SISSA, Filosofías del
género: Platón y Aristóteles y la diferencia sexual, en: G. DUBY – M.
PERROT (eds.), La historia de las mujeres, Altea‐Taurus‐Alfaguara,
Madrid 1991, 73‐114.
[6] Conf. Raymond E. Brown, Joseph
A. Fitzmyer, Roland E. Murphy, 0.Carm Nuevo Comentario bíblico, San Jerónimo.
Edit. Verbo Divino, Pamplona. Pág 437
[7] Y. THOMAS, La división de los
sexos en el derecho romano, en: G. DUBY – M. PERROT (eds.), La historia
de las mujeres, Altea‐Taurus‐Alfaguara, Madrid 1991, 115‐181, 127‐131.
[8] Es un término trabajado
especialmente por Remedios Falaguera Silla, pero que tambien se encuentra en la
Evangelii Gaudium n°103
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