LA TRANSFIGURACIÓN TAMBIEN OCURRIÓ EN EL CUSCO
12:20:00
“Extracto
de la investigación: Teología del pueblo en lo orígenes de la fiesta del
Taytacha de Qoyllorit´i”
Presentado
por: Mijaíl Enríquez Huamani
RECREACIÓN
Eran tiempos
difíciles, y en el Cusco se gestaba con dolores de parto la Revolución de Túpac
Amaru II, sin precisar la fecha exacta, las luchas y batallas manchaban los
campos de sangre, allá por los meses de 1780.
Mientras que en el
poblado de Mahuayani, que resguarda al gran Ausangate, un niño de apenas 12
años, con su comida en su chuspa y sus ojotas gastadas se disponía a pastear
sus alpaquitas por las faldas del imponente Sinak´ara.
Los días serian
difíciles, y aquel niño que muchos conocerán como Marianito Mayta despertaba a la vida desde el sufrimiento. Y es desde
allí que Jesús muerto
y resucitado se hace presente a la edad
singular de un niño de 12 años. Sería Jesús «Emmanuel» (Dios con nosotros Mt
1,23 /Is 7,10-17) quien ofrece pan, se pone a jugar y
bailar con el pequeño Marianito Mayta, y como «Buen Pastor» multiplica sus alpaquitas.
Los pobladores muy «asustados»
contemplan tales acontecimientos obrados por el nuevo amigo de Marianito. Se
trata de Dios hablando desde el sufrimiento como signo de abundancia milagrosa
y mesiánica.
Impulsado por el espíritu de agradecimiento, Marianito Mayta
quiso adquirir una nueva ropa para su amigo Emmanuel. La sorpresa y el estupor seria grande, al enterarse que
tal tela solo la usaban los santos o el Obispo. Sin desmotivarse Mariano salió
a buscar esta tela por las viejas calles del Cusco inmortal; incluso llegó a
entrevistarse con el Obispo Juan Manuel Moscoso y Peralta (1779-1789).
Tanta caminata y preocupación solo despertó desconfianza,
pues muchos ya juzgaban que en aquel poblado de donde venía el pequeño
Marianito había sacrilegio.
Don Pedro de Landa, párroco de Ocongate acompañado de un grupo de ilustres personajes
se dignaron ensuciar sus zapatos tomando rumbo hacia el Sinak´ara, para
resolver el misterio. [23 de junio] (Ramírez: 1969)
Al
llegar al lugar escogido por aquel niño, «divisaron a Manuel (Emmanuel) vestido con
una túnica blanca irradiando luz» (Gow: 1974)
¿Y es que esta escena no
sucedió antes?
Pues sí, en la Transfiguración.
Fiesta
que celebramos hoy, porque Jesús también se transfiguró en el Cusco.
“Seis días después, tomó
Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan lo llevó a una montaña muy alta a solas y se
transfiguró en su presencia. Su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la
luz” (Mateo 17,1-2).
El
teniente-párroco intentó agarrar al niño
pero solo se encontró con un crucifijo tallado de madera de “Tayanka”. Es así que el Rey
de España Carlos III, mandó llevar la imagen a España. Como la imagen no fue
devuelta se hizo otra, el Señor de Tayankani, que está en el templo de Ocongate.
Para que la memoria de
tales acontecimientos se haga viva para siempre, los pobladores señalaron la
roca donde se dice que el Señor se había aparecido. Contrataron
a un pintor que logró pintar la imagen del Señor en menos de un día gracias a
la ayuda del Señor, a pesar de no tener
ninguna idea de cómo podía ser el Señor.
Y fue así que apareció la
hermosa imagen que todos los peregrinos veneran cuando suben al santuario
del Señor de Qoyllurrit’i que es el
mismo Cristo impreso en la roca de Sinak´ara.
Con ello terminamos
nuestra recreación, envueltos de una
mirada teológica y a la vez sencilla, hagamos nuestra esta experiencia de Fe,
no sin antes completar el texto del Evangelio: Mateo
17, 3-9.
SÍNTESIS
La
primera conclusión que rescatamos en la lectura sobre la Trasfiguración de
Josef Ratzinger, es que la divinidad de
Jesús va unida a la cruz (Ratzinger 2007:357). Este paralelismo entre la
lectura de la Transfiguración y el reflejo de luz de Emmanuel en la montaña,
podría parecer caprichoso, pero no por ello deja de ser apreciable, pues el “monte” es el lugar de máxima cercanía de
Dios, «de nuevo tenemos que pensar en los diversos montes de la vida de Jesús como en un todo único: el
monte de la tentación, el monte de la oración, el monte de la Transfiguración,
el monte de la angustia, el monte de la cruz, (y definitivamente el monte del Sinakara), por último, el monte
de la ascensión».
El
monte tiene un simbolismo antropológico y bíblico muy profundo, es un «lugar de
subida, no solo externa, sino sobre todo interior; el monte como liberación del
peso de la vida cotidiana, como respirar el aire puro de la creación y su
belleza; el monte que me da altura interior y me hace intuir al creador »[1]
Es
en este monte donde el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de
blanco (Lc 9,29), no recibe una luz de fuera, como a Moisés (Ex 34,29) sino
Jesús mismo es la Luz de Luz, luz del
mundo, es mucho más que profeta (Elías) es la luz de los pueblos (Lumen Gentium
n° 1).
Ante
tal acontecimiento, cualquiera diría “que
bien se siente estar aquí” Mt 17,4. Pero lo importante es bajar del monte y
compartir con los demás esa experiencia. Con
la Transfiguración se da inicio a los “Nuevos tiempos” y en nuestra vida
es importante transfigurarnos (pasar de la contemplación a la acción-praxis),
es decir, mirar con ojos de esperanza nuestra realidad y comprometernos con los
demás, siendo luces donde hay espacios de oscurecimiento.
Porque
siempre habrá muchos que digan:
« ¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de rostro (Dios) ha huido de nosotros?» Salmo 4
Referencias Bibliográficas
· - ENRIQUEZ, Huamani Mijaíl. Teología
del pueblo en lo orígenes de la fiesta del Taytacha de Qoyllorit´i, 2017
· - RAMIREZ, Juan Andrés, La Novena al
Señor de Qoyllur Rit´i, Allpanchis Phuturinqa IPA; Cuzco, Vol. I 1969.
· - FLORES, Ochoa Jorge A. Taytacha de Qoyllurrit’i, El Cristo de la
nieve resplandeciente, Revista del Museo e Instituto de Arqueología N° 24
Cusco-1994.
· - GOW, David D. Taytacha de Qoyllur Rit´i, Rocas y bailarines, creencias y continuidad,
Revista Allpanchis, IPA, Fiesta en los Andes N° 7. Cusco-1974.
· - RATZINGER, Joseph [Benedicto XVI] Jesús
de Nazaret. Edit. Planeta 2007
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