“Cuando Jesús nos resulta todo un loquillo”

21:32:00


“Cuando Jesús nos resulta todo un loquillo”
Evangelio de Marcos 3,20-35
Por: Mijaíl Enríquez
Domingo X del Tiempo Ordinario-B




Sus parientes buscan a Jesús.
No hay nada mejor que despertar nuestras creativas mentes  para re- crear los pasajes de la vida de  Jesús, y más aún,   meterse en la escena.

¡Jesús esta devuelta!

Para todos sus familiares habrá sido un momento especial. A diferencia de Jesús, muchos saben que soy seminarista, y que cuando voy a casa después de vacaciones lo primero que me preguntan es  ¿Cuándo regresas? Ósea, ni bien llego y ya me preguntan cuándo me voy.

¡Jesús volvió!

La gente se enteró, acudieron a él, de modo que no lo dejaban ni comer. ¿Desayuno? O ¿almuerzo?, ¿alguno de los apóstoles se molestaría intentando retener a Jesús para que comiera?

Pero poniendo entre paréntesis esta recreación metafórica, y ya entrando en elementos más bíblicos podemos reconocer una actitud de Jesús poco ordinaria en la Biblia.

El Evangelista Marcos nos dice: «sus parientes, al enterarse, fueron a hacerse cargo de él, pues pensaban que estaba fuera de sí» algunas biblias traducen como “estaba loco”. En Griego la palabra es: Ἐξέστη -   Exestê   « fuera de sí » ¿Qué es estar fuera de sí? ¿Alguna vez estuviste fuera de sí?     

Esta misma pregunta se la hice  a un amigo y me respondió: si, cuando estaba borracho, allí me veía fuera de mí, estaba doblado y desdoblado.

Se trata de una actitud que asombra. Ver a un Jesús, loquillo, fuera de sí, fuera de sus cabales, alterado, etc.
De esta actitud podemos reconocer muchas proyecciones, pero me detendré en dos:

-      Cuando la familia va a buscarlo, se puede entender que cuando uno está alterado, o fuera de sus cabales, la familia protege y acompaña.

-      Pero también puede reflejar la incredulidad de la gente, incluso de los más cercanos a Jesús, que no reconocen la verdad de sus palabras y lo tienen como un loco que es preciso encerrar.


Peleas que dinamizan nuestra existencia.

Los cristianos, siempre experimentaremos  muchas veces cierto trato de extrañeza, pues nuestro compromiso por el Reino genera incomprensión ante el sistema dominante.

No solo seremos locos, disidentes, incomprendidos sino marginados, acusados, y hasta calumniados.
Por eso los escribas decían de Jesús: «esta poseído… por el príncipe de los demonios expulsa a Satanás» (V.22)

Que bronca, que alguien hable mal de ti. Y más aún que hable mentiras y exagere cosas que no son.
¿Cuándo fue la última vez que te enteraste que hablaron mal de ti? ¿Cuál fue tu reacción?

Siempre escuchamos que hay que callar, saber llevar la cruz, ofrecer silencio ante las calumnias como Jesús.

Pero en el evangelio Jesús «los llama junto a si» (v23) [a los escribas].

Refuta sus argumentos con otros argumentos lógicos, no calla, pero tampoco ofende y destruye, considera que las habladurías no eran ciertas, en ningún momento cobra venganza, no busca el mal de los que hablaron mal de él. Con respeto y delicadeza aclara el asunto.

Si eres de los que siempre hacen el bien sin mirar a quien, y das todo en donde te encuentres, y a pesar de ello aun recibes chismes y habladurías. Ten la firmeza de aclarar, no de buscar venganza, ni hacer todo lo posible para que esas personas fracasen.
Con respeto y delicadeza, usa la razón argumenta sus argumentos y no  permitas que perturben tu tranquilidad.


El silencio es una arma muy letal, pero de doble filo.
A veces conviene guardar silencio, pero hay otras que el silencio mata, si tienes algún problema con alguien, no calles e ignores, enfrenta, habla con esa persona cara a cara, siempre con delicadeza y respeto, aclara las cosas y no seas un (a) resentido (a) que busca venganza hablando e espaldas de otros.

Jesús deja un aviso claro pero a la vez un poco duro: «se perdonará los pecados y las blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca…» (v.)
De manera sencilla podemos decir que este pecado consiste en que el hombre reniegue, abandone, desprecie libre y completamente el perdón de Dios.
Uno mismo se cierra a todo, a recibir algún consejo, no perdona ni pide perdón, se encierra en su pecado. ¿Ante eso que  ya hacer?

¿Quién es mi madre y mis hermanos?

Después de esta “peleíta” de Jesús, y ya aclarado de alguna manera la situación. «Llegaron su madre y sus hermanos, y quedándose afuera lo mandan a llamar» (v. 31)
¿Por qué no entraron? ¿No querían? ¿Les dio roche? ¿Cuidaban el honor de la familia? ¿Fue prudencia?

Es difícil de saberlo, lo cierto es que le pasan la voz a Jesús: «Oye, tu madre y tus hermanos te buscan» (v. 32)
Y Jesús todo un loquillo, responde preguntando: « ¿Quién es mi madre y mis hermanos?» a buena hora su madre no lo escuchó, porque si no, al igual que mi madre ni la puerta le hubiese abierto.

Muchos preguntarían ¿en qué está? ¿Qué pregunta? O quizás solo hubo silencio, y al ver que nadie responde. Él mismo termina por aclarar todo:
«QUIEN CUMPLA LA VOLUNTAD DE DIOS, ÉSE ES MI HERMANO, MI HERMANA Y MI MADRE»  (v. 35)
Palabras hermosas, elevadas pero que existencialmente son un reto y un compromiso.
Y  ¿cuál es la voluntad de Dios?




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